Un ritmo diario de oración
El ritmo de oración de los miembros del Apostolado de la Oración tiene, al menos, tres momentos específicos al día. Para vivirlos, cada cual elige la modalidad que más le inspire y le ayude a estar más disponible al Señor Resucitado. Pueden valerse de una imagen de Jesús, de un crucifijo, puede ser un lugar especial del hogar, recitando tal o cual oración sugerida, puede ser usando medios digitales, etc.
con jesús
por la mañana
Al iniciar el día, en un momento de silencio, me hago presente a Jesús resucitado, que está conmigo. Pido al Padre que me haga disponible a la misión de su Hijo durante esta nueva jornada, ofreciéndole lo que soy y tengo. Este ofrenda la puedo hacer según mis propias palabras o apoyándome en una oración de ofrecimiento escrita. Pido al Espíritu Santo que abra mi corazón a las necesidades y desafíos para la humanidad y la misión de la Iglesia, y oro por ello según las intenciones del Papa para este mes.
Un posible esquema para este momento podría ser:
1. Elijo un lugar tranquilo, especial, delante de una imagen de Jesús. Algunos pasos antes de "entrar" en ese lugar, me doy tres segundos para preparar el corazón a orar. Elijo la posición adecuada, calmo mi cuerpo, respiro hondo varias veces. Con la señal de la cruz abro mi corazón a la presencia amorosa del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
2. Siento la mirada del Padre que me acoge con cariño. Le abro mi corazón al iniciar el nuevo día: ¿Cómo estoy esta mañana?(me presento a la oración tal como soy o estoy: si cansado, animado, asustado, preocupado, alegre, triste, si santo o pecador, etc.).
3. Abro mi corazón a la Palabra de Dios: Leo un breve texto bíblico (puede ser de la misa de hoy), le doy vueltas, lo dejo resonar en mi interior, dialogo con el Señor. Reclinado sobre su pecho como el discípulo amado, escucho la voz del Señor que me susurra al oído su profundo amor por mí y me invita a vivir este día unido a él, guardando su Palabra.
4. Abro mi corazón para ofrecer: Repaso mentalmente lo que haré hoy y le pido a Jesús que todo lo haga guiado por su Espíritu Santo. Con mis manos abiertas, le ofrezco este día al Padre con una Oración de Ofrecimiento ya escrita o con mis propias palabras. Siento que él acoge con cariño la ofrenda de mi vida.
5. Abro mi corazón a la misión: deseo colaborar hoy con Cristo en su misión, desde lo que soy, cómo estoy, dónde estoy. Lo hago unido a la misión de toda la Iglesia, sintiendo comunión profunda con los desafíos que nos presentan el Papa y nuestros obispos este mes, orando por sus intenciones de oración.
6. A través de un gesto o una mirada, abro mi corazón a María, la mujer de corazón abierto y le pido su ayuda. Concluyo dando gracias a Dios por este nuevo día, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
con jesús
durante el día
En diversos momentos a lo largo del día, de camino o en descanso, en casa o en el trabajo, me hago consciente de estar en la presencia del Señor y le renuevo mi disponibilidad " a trabajar con Él en el día y vigilar en la noche" (Ejercicios Espirituales de San Ignacio, 93)
Algunas frases que pueden ayudarte durante el día:
Toma, Señor, recibe mi vida.
Señor, recibe lo que soy y tengo.
Ven conmigo, Señor, durante este día.
Ven a habitar en mi corazón.
Vamos juntos, Señor.
Todo contigo, Señor, todo por ti.
con jesús
por la noche
Al finalizar el día, en un momento de silencio, pido al Espíritu Santo que me permita reconocer la presencia de Jesús conmigo durante esta jornada, y se le agradezco. Me pregunto de qué manera he estado disponible a su misión y también se lo agradezco. Miro cómo he sido obstáculo a su acción en mi vida y le pido que, en su misericordia, transforme mi corazón. Le pido ayuda para vivir el otro día unido a Él. Jesús me da su bendición.
Un posible esquema para este momento podría ser:
Me dispongo, pido, agradezco, reconozco, confío.
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Elijo un lugar apropiado; algunos pasos antes de “entrar” en ese lugar, me dispongo para la oración. Tomo conciencia de estar en la presencia amorosa del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
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Pido la asistencia al Espíritu Santo para que este momento de oración sea conducido por Él, que Él mismo me muestre la presencia de Jesús Resucitado conmigo durante este día.
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Miro mi corazón, en silencio, al finalizar el día, y le digo al Señor cómo me siento. Tomo conciencia de cómo Él me ha ayudado a lo largo del día a ofrecerle la vida, cada vez que me he sentido unido a su amor, a su paz, a su evangelio, y le agradezco (más importante que ver lo que yo hice mal, es ver lo que Él hizo bien, y lo que hicimos juntos!).
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¿He estado disponible al Señor y a vivir a su estilo en todas las cosas? Mis opciones no han sido todas por Él, he sido un obstáculo a su acción en mí. ¿Cómo, de qué manera? Le pido que, en su amor y respeto por mí, toque con ternura las heridas de mi corazón y se lleve mis penas y pecados.
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Miro hacia el día siguiente y le expreso al Señor mi deseo de vivirlo en total disponibilidad a lo que Él quiera de mí.
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Antes de ir a dormir, siento la mano de Jesús sobre mi cabeza que me bendice para tener un buen descanso. Expreso mi amor a María y, poniendo mi vida en su corazón, concluyo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo