Recemos para que los niños que sufren, los que viven en las calles, las víctimas de las guerras y los huérfanos, puedan acceder a la educación y redescubrir el afecto de una familia.
Continuamos en un contexto de postpandemia. En medio de esta crisis, los Estados han tenido que enfrentarse a emergencias imprevistas y han hecho muchas veces lo posible para servir al bien común. Sin embargo, hay quizá otras pandemias más sutiles, como la de la indiferencia, que suele afectar también a los niños que viven en la calle, a los huérfanos, a los que son víctimas de las guerras, etc. Francisco los tiene presentes, y nos propone en este mes de noviembre que recemos y nos movilicemos con él “para que los niños que sufren, los que viven en las calles, las víctimas de las guerras y los huérfanos, puedan acceder a la educación y redescubrir el afecto de una familia”.
Los niños son, quizá, de los que más han sufrido en este tiempo de pandemia. Y especialmente aquellos que se encontraban en situaciones límite. Por ello el Papa nos invita a ocuparnos de los más frágiles y vulnerables. Porque los más frágiles, en situaciones límite, son aún más vulnerables.
Un grito que se eleva a Dios
El grito de Francisco no es nuevo. Ya en “El Vídeo del Papa” de diciembre de 2019, afirmaba con contundencia que “cada niño marginado, cada niño abusado, cada niño abandonado, cada niño sin escuela, sin atenciones médicas, es un grito que se eleva a Dios”. Y añadía que “en cada uno de ellos es Cristo, que vino a nuestro mundo como un niño indefenso, es Cristo quien nos está mirando en cada uno de esos niños”.
Los niños que sufren son las llegas de Jesús
Con motivo del Encuentro con los niños discapacitados y enfermos ingresados en el Instituto Seráfico (Asís, 4 de octubre de 2013), el Papa afirmaba: “Jesús está presente y oculto detrás de la sencillez y mansedumbre de un pan. Aquí está Jesús oculto en estos muchachos, en estos niños, en estas personas. En el altar adoramos la Carne de Jesús; en ellos encontramos las llagas de Jesús. Jesús oculto en la Eucaristía y Jesús oculto en estas llagas. ¡Necesitan ser escuchadas! Tal vez no tanto en los periódicos, como noticias; esa es una escucha que dura uno, dos, tres días, luego viene otro, y otro... Deben ser escuchadas por quienes se dicen cristianos. El cristiano adora a Jesús, el cristiano busca a Jesús, el cristiano sabe reconocer las llagas de Jesús. Y hoy, todos nosotros, aquí, necesitamos decir: «Estas llagas deben ser escuchadas». Pero hay otra cosa que nos da esperanza. Jesús está presente en la Eucaristía, aquí es la Carne de Jesús; Jesús está presente entre vosotros, es la Carne de Jesús: son las llagas de Jesús en estas personas”.
El misterio del sufrimiento de los niños
En cierta ocasión, un niño preguntó al Papa Francisco, después de relatar su azarosa historia: «¿Existe alguna razón por la cual un niño, sin hacer nada malo, pueda venir al mundo, nacer, con los problemas que yo he tenido? ¿Qué me sugiere que puedo hacer a fin de que los niños como yo no sufran?». La respuesta de Francisco fue: “Esta pregunta es una de las más difíciles de responder. ¡No hay respuesta! Hubo un gran escritor ruso, Dostoyevski, que había planteado la misma pregunta: ¿por qué sufren los niños? Sólo se puede elevar los ojos al cielo y esperar respuestas que no se encuentran. No hay respuestas para esto, Rafael. En cambio, sí existen para la segunda parte: «¿Qué puedo hacer yo para que un niño no sufra o sufra menos?». Estar cerca de él. Que la sociedad trate de tener centros de atención, de curación, centros también de ayuda paliativa para que no sufran los niños; que desarrolle la educación de los niños con enfermedades. Se debe trabajar mucho”
En el mismo encuentro, otro niño le preguntó: “Querido Papa, tengo nueve años y siempre escucho hablar de la paz. Pero, ¿qué es la paz? ¿Me lo puedes explicar?” La respuesta del Papa fue: “La paz es ante todo que no haya guerras, pero también que haya alegría, amistad entre todos, que cada día se dé un paso hacia adelante en favor de la justicia, para que no haya niños que pasen hambre, para que no haya niños enfermos que no tengan la posibilidad de ser ayudados en su salud... Hacer todo esto es construir la paz. La paz es un trabajo, no es una forma de estar tranquilos... ¡No, no! La paz auténtica es trabajar para que todos encuentren solución a los problemas, a las necesidades, que tienen en su tierra, en su patria, en su familia, en su sociedad. Así se construye la paz —como he dicho— «artesanal». (11 de mayo de 2015, Encuentro del Santo Padre Francisco con niños y jóvenes de las escuelas italianas que participaron en la manifestación organizada por “la fábrica de la paz”)
Oremos y movilicémonos en este mes de noviembre con Francisco, porque «ninguno puede permanecer indiferente mirando «a los niños hambrientos que no tienen medicinas, que no tienen educación, que están abandonados» (Francisco, 23 de octubre de 2017, Homilía en las Misas matutinas en Santa Marta)
Concretar la intención en nuestra vida
Proteger.
“Quienes tienen la tarea de gobernar, de educar, pero diría todos los adultos, somos responsables de los niños y de hacer cada uno lo que puede para cambiar esta situación. Me refiero a la «pasión» de los niños” (Papa Francisco).
¿Qué compromiso concreto puedes asumir este mes con las necesidades de un niño o niña cercano/a a ti?
Aliviar el sufrimiento.
“La Iglesia pone su maternidad al servicio de los niños y de sus familias. A los padres y a los hijos de este mundo nuestro les da la bendición de Dios, la ternura maternal, la reprensión firme y la condena determinada. Con los niños no se juega.” (Papa Francisco).
¿Puedes tener un gesto concreto que alivie el sufrimiento de un niño/a que esté pasando necesidad?
Dar afecto
¡Pero estos padres no deberían ser dejados solos! Deberíamos acompañar su fatiga, pero también ofrecerles momentos de alegría compartida y de alegría sin preocupaciones, para que no se vean ocupados sólo en la rutina terapéutica” (Papa Francisco).
Acércate a los padres de los niños que sufren dificultad y préstales un servicio en la medida de tus posibilidades
Atender las necesidades.
“Es verdad que gracias a Dios los niños con graves dificultades encuentran con mucha frecuencia padres extraordinarios, dispuestos a todo tipo de sacrificios y a toda generosidad.” (Papa Francisco).
Presta atención y atiende las necesidades de las personas con las que compartes.
Valorar la persona.
“Pensad lo que sería una sociedad que decidiese, una vez por todas, establecer este principio: «Es verdad que no somos perfectos y que cometemos muchos errores. Pero cuando se trata de los niños que vienen al mundo, ningún sacrificio de los adultos será considerado demasiado costoso o demasiado grande” (Papa Francisco).
Expresa valor y afecto por las personas cercanas.
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