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El retrato de Jesucristo


¿Hay un retrato moral de Jesús? Sí, está en el Evangelio.

Ese retrato es el que interesa, porque el retrato físico, aunque también lo podemos vislumbrar en cierto modo a través de as páginas evangélicas, no es el más importante. Al fin, las hermosuras humanas son como dijo el poeta: «Flores de la tierra que la muerte troncha».

El alma de Jesús se asoma a las líneas del Evangelio. Las parábolas son instantáneas de su alma bendita. El padre del hijo pródigo es claramente Jesús.

Él mismo en muchas ocasiones, como en la parábola de la oveja perdida lo afirma: «Yo soy el Buen Pastor».

Pero hace falta saber leer entre líneas el Evangelio, saber suplir lo que los Evangelistas no dicen, porque suponen que tenemos entendimiento para vislumbrarlo.

Por eso, el estudio, la lectura reposada del Evangelio es un camino seguro para venir al conocimiento de Jesucristo; allí está su retrato.

¿Cómo suplir lo que el evangelista no dice? ¿Cómo contemplar la figura de Jesús, pero vivo, en ese escenario de Palestina?

Hay que pedir luz al Eterno Padre, hay que postrarse humildemente ante Jesús y pedirle la limosna de su “conocimiento”; pero además hay que penetrar en la psicología de Jesucristo, estudiar con cariño todo lo que se relaciona con El, sus gustos, sus reacciones, sus iniciativas, lo que a El le hace sufrir o gozar, aquello en que El se complace, y aquello que santamente le causa indignación.

También, y por qué no, el ambiente en que se mueve su figura, los caminos donde señaló sus huellas benditas, el lago que fue su espejo, los montes que perfumó con sus largas oraciones durante las noches, el cielo de oriente cuya luna reflejó su luz en sus blancas vestiduras, la flora y la fauna de aquel país, de las que aparecen comparaciones en sus discursos.

Todo ayuda a su conocimiento, a ese adentrarse en el mismo interior de Cristo. Pero sobre todo, el trato íntimo y sencillo con El.

Jesucristo está con nosotros en la Eucaristía; allí hay que buscarlo. Del trato frecuente con una persona brota el conocimiento y después el amor...

Por eso no basta estudiar el Evangelio, y el ambiente que rodeaba a Jesús; hay que tratarlo...

¡Cuántos racionalistas han estudiado con profundidad todo lo relativo al Cristo evangélico; pero qué lejos han estado del verdadero conocimiento de Él...

Sin embargo, muchas almas sencillas han llegado a conocer íntimamente a Cristo, y lo han amado porque lo trataron con humildad en el Sagrario.

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